“Tiburón
“se convirtió en una película comparable a “El cantor de jazz”, cambió la
industria del cine. Los directivos de la industria aprendieron varias cosas. La
primera fue que se había terminado dudar de la televisión. La publicidad
televisiva estaba entonces en pañales; la televisión aún se consideraba un
rival, no un complemento para la promoción. En 1973, Columbia hizo los primeros
anuncios televisivos para “El viaje
fantástico de Simbad. Se emitieron solamente en cadenas locales y la
campaña funcionó. Dos años más tarde el mismo Estudio probó con otra película
de la que dudaban, Era de ambiente carcelario, con Charles Bronson y titulada “Fuga suicida”. Probaron a hacerlo a escala
nacional, por las grandes cadenas y en los programas de más audiencia.
La película recuperó la inversión en
las primeras semanas. Los otros estudios siguieron de cerca el experimento de
Columbia, y cuando se estrenó Tiburón,
Universal aplicó la misma estrategia. El estudio gastó la suma exorbitante de
más de 700.000 dólares en un spot
de medio minuto. Si quedaba alguna duda sobre la eficacia de la publicidad por
televisión, el éxito de Tiburón
la disipó.
La otra enseñanza de la película para los
directivos fue que el cine podía ganar mucho más dinero, y mucho más deprisa,
de lo que hubieran pensado.
Antes
de ser retirada de cartel, El padrino
había recaudado 86 millones; El
exorcista, 89. Tiburón
las superó a ambas: 129 millones, un récord que mantuvo dos años, hasta “La guerra de las galaxias”. Spielberg
recibió unos cuatro millones de dólares. No se sintió bien pagado, sobre todo
cuando pensaba en los ciento y muchos millones para los “dueños” de Universal,
Zanuck y Brown. Sank dijo que había ganado con “tiburón” más de lo que había
ganado su padre, el todopoderoso “Señor de Universal”, en toda su carrera.
El
número de salas llegó a dos mil en pocos meses, y creció aún más en la década
siguiente. La multiplicación de las pantallas para acelerar los ingresos
también hizo crecer la publicidad masiva por televisión. Dos factores que
aumentaron los presupuestos de marketing y distribución a la vez que reducían
la importancia de la crítica impresa. Empezó a resultar casi imposible que una
película se consolidara poco a poco y que el boca a boca le diera público,
simplemente por su interés y calidad.
A medida que los costes para tener éxito
crecían, la disposición a correr riesgos disminuía.
A
menudo revisar los acontecimientos “a posteriori” produce la impresión de que,
de darles crédito, todo es fruto de decenas de pequeñas casualidades. Esto
ocurre también con “Jaws”.
Así
se llamaba, “Fauces”, el libro con propósito de superventas escrito por Peter
Benchley en 1972.cuando todavía estaba en galeradas, Richard Zanuck y David
Brown habían pagado 175.000 dólares por los derechos cinematográficos. Sabían
que tenían que comenzar el rodaje en la primavera de 1974, porque Si no lo
hacían, tendrían que esperar hasta el verano siguiente, cuando las ventas del
libro ya habrían caído. Para dificultar aún más las cosas, los estudios se
negaban a empezar cualquier película que no pudiera terminarse antes del 30 de
junio, fecha en que expiraba el convenio sindical de los actores de cine, que
ya se estaban disponiendo para una huelga larga.
El
propio Spealberg ha contado que “mangó” el guión al verlo sobre una mesa del
Estudio, mientras se peleaba sin éxito con el de “encuentros en la tercera
fase”.
Lo
leyó y encontró muchas cosas que no le gustaron. Ninguno de los personajes era
simpático, hasta el punto de hacerle sentirse más identificado con el tiburón
que con los humanos. Pero aún así se interesó por el proyecto y le dieron el
si.
Como
ocurre a muchos, el conseguir lo que había pedido, le disparó las inseguridades
sobre el proyecto. Inmediatamente empezó a comentar que no deseaba hacer cine
comercial, sino trascendental. Llegó al punto de pensar en autolesionarse y
solicitó una entrevista con el “alto mando” de Universal para decirles que él
no era un director comercial y que quería dejar la película. Tras recordarle
que Universal era un Estudio de cine comercial le sugirieron que un éxito le
daría el poder de hacer luego el cine que deseara. Spèalberg siguió adelante.